Poco después del pueblo de Maras, se extiende una llanura asombrosa: de hecho, desde la época de los Incas, se han cavado miles de pozos, nuevos cada año, para extraer un elemento precioso, la sal. Esta última proviene de la fuente termal, cargada de minerales, que fluye desde un poco más arriba. Para recogerla, una técnica desarrollada se basa en las terrazas; retienen el agua que, al evaporarse, deposita su carga de sal, lista para ser recogida. El paisaje es impresionante: los colores contrastan: el blanco de la sal, el verde/marrón de la hierba, las diferentes terrazas que van del ocre al marrón, las altas mesetas andinas.